El espacio ha experimentado una presión creciente en los últimos años debido a la actividad humana. Una estadística basta para comprender la magnitud de esta realidad: los aproximadamente 8.000 satélites activos. Estos satélites sirven principalmente para fines de comunicación, pero también desempeñan papeles cruciales en la observación de la Tierra, esencial para los estudios científicos y nuestros sistemas de navegación.
Las previsiones indican que este crecimiento seguirá sin disminuir en los próximos años. Euroconsult calcula que de aquí a 2032 se lanzará una media de más de 2.800 satélites al año, lo que equivale a ocho aparatos al día. Con estas cifras, es innegable que la nueva economía espacial está en auge, y que la industria de los satélites está aquí para quedarse. De hecho, ha demostrado ser vital para salvar la brecha digital y conectar a los desconectados, ya sea por tierra, mar o aire.
Ésta es la única forma de proporcionar una verdadera conectividad global a las personas y las cosas, ayudando a diversas industrias en la digitalización. A medida que la industria de los satélites siga creciendo, se espera que contribuya con beneficios socioeconómicos por valor de más de 250.000 millones de dólares en todo el mundo.
Con el aumento constante de satélites y naves espaciales, se ha hecho imperativo abordar tanto la eficiencia de las misiones como la sostenibilidad a largo plazo. La proliferación de basura espacial, el aumento del riesgo de colisión en órbita y el impacto en la astronomía óptica son motivos importantes de preocupación.

¿Cómo puede ser sostenible el espacio?
En respuesta a estos retos, las empresas que operan en el sector se han visto obligadas a aplicar soluciones pioneras y prácticas normalizadas para garantizar que el espacio siga siendo sostenible y seguro para las generaciones futuras. Éste es precisamente el objetivo del Código de Conducta sobre Sostenibilidad Espacial recientemente aprobado por la Global Satellite Operators Association (GSOA), la asociación internacional que representa a los operadores de satélites mundiales y regionales, que empresas como Sateliot han integrado de forma natural e inmediata.
Este reglamento aborda explícitamente todos los elementos mencionados anteriormente y pide a los operadores que desarrollen prácticas responsables que reduzcan el riesgo de colisión en órbita, minimicen la amenaza de desechos ilocalizables, protejan a los seres humanos en el espacio y limiten los efectos sobre la astronomía óptica.
Para que este código sea realmente eficaz, es esencial que los operadores compartan información sobre los restos rastreables que puedan o no haber generado, diseñen fases de desorbitaje para garantizar que los satélites no se conviertan en restos y trabajen juntos para minimizar los impactos negativos en la astronomía óptica terrestre, al tiempo que permiten las observaciones en longitudes de onda ópticas y garantizan la prestación de servicios por satélite.
Un paso más hacia la sostenibilidad
Junto a estas normativas internacionales, uno de los pilares fundamentales de la estrategia sostenible del espacio es el diseño robusto de los satélites. No se trata sólo de dispositivos tecnológicos avanzados en el espacio, sino de estructuras sólidas diseñadas para soportar las condiciones extremas a las que están expuestas.
Los materiales y componentes cuidadosamente seleccionados garantizan la resistencia y estabilidad necesarias para enfrentarse a las adversidades espaciales.
La fase de diseño es crucial para las empresas de este sector, ya que requiere medidas proactivas para minimizar los riesgos. Por ejemplo, los satélites están diseñados para realizar maniobras de desorbitaje al final de su vida útil, lo que significa que cambian de órbita de forma controlada durante la reentrada en la atmósfera, quemándose y evitando la acumulación de basura espacial.
También han instalado propulsores para evitar posibles colisiones en órbita y seleccionar órbitas que garanticen la reentrada en menos de cinco años.
Durante esta fase, las intervenciones también abordan el tamaño y el acabado de las superficies de los satélites, facilitando una reducción de su impacto en las observaciones astronómicas realizadas desde la Tierra. Las pruebas rigurosas de los satélites antes del lanzamiento contribuyen significativamente a estos objetivos, simulando condiciones ambientales espaciales extremas, como vibraciones y cambios de temperatura en el vacío, reproduciendo situaciones a las que se enfrentará el satélite durante su vida útil.
Estas pruebas exhaustivas no sólo garantizan la resistencia del satélite, sino que también identifican cualquier debilidad estructural o componente defectuoso antes del lanzamiento. En cuanto al riesgo de colisión, este reto se aborda estudiando y seleccionando órbitas específicas que minimicen las posibilidades de colisión con otros objetos en el espacio, utilizando sistemas avanzados de seguimiento, incluido el GPS, incorporados a sus satélites.
Poner en práctica esta estrategia integral es esencial para que las empresas tomen la iniciativa en el establecimiento de una norma para la industria en materia de sostenibilidad y responsabilidad. También es el instrumento para allanar el camino hacia un futuro en el que el espacio siga siendo un recurso valioso para toda la humanidad.