La Comisión Federal de Comunicaciones aprobó en septiembre una nueva normativa según la cual todos los satélites de órbita terrestre baja (LEO) no funcionales tienen que ser desorbitados a más tardar cinco años después de su desmantelamiento. Antes de esa nueva norma, desorbitar satélites fuera de servicio era una tarea que podía llevar hasta 25 años. La industria espacial esperaba una modificación más estricta de la desorbitación, que parecía inevitable debido al inminente despliegue de varias redes de satélites, lo que podría aumentar exponencialmente el riesgo de colisiones si no se retiran de sus órbitas las futuras unidades.
A fecha de hoy, más de 34.000 objetos artificiales mayores que una pelota de tenis orbitan la Tierra, según la Red de Vigilancia Espacial. La mayoría de ellas están situadas dentro de un cinturón muy estrecho de altitudes y posición. Alrededor de 11.000 de esos objetos son «incontrolados». Con estas cifras en la mano, las colisiones entre satélites LEO ya no son literatura de ciencia ficción. La primera colisión entre satélites se produjo en 2009, cuando un satélite Iridium y un satélite militar ruso colisionaron sobre el cielo de Siberia. En 2019, India probó un misil antisatélite, que dio efectivamente en el blanco pero causó una costosa colateral: unos 400 fragmentos de basura espacial, algunos de ellos aún en órbita. La ISS también está dominando el arte y la ciencia de las maniobras -hasta ahora tres veces en menos de cuatro meses- para evitar el impacto con restos de otros satélites. Estos incidentes demuestran que la basura espacial se está convirtiendo en una grave amenaza.
Ahora tenemos claro que, una vez que los satélites LEO han cumplido su misión, no se les puede dejar solos en el espacio. Del mismo modo que no debemos dejar rastro de nuestros residuos después de un picnic, las empresas espaciales deben aplicar una planificación anticipada para la deorbitación de sus satélites, a fin de garantizar que el entorno espacial siga siendo accesible para las generaciones futuras. El espacio que orbitan nuestros satélites LEO es tan finito como cualquier otro recurso de la Tierra.
La normativa de la FCC exige a los operadores de satélites que presenten un plan de puesta fuera de órbita antes del lanzamiento y que tomen medidas para poner fuera de órbita el satélite en los cinco años siguientes al final de su vida operativa, por lo que está claro que este tipo de normativa es el camino correcto para ayudar a mitigar el riesgo de colisiones y garantizar que el entorno espacial se mantenga lo más limpio posible.
También está claro que la normativa de la FCC ha llegado en el momento oportuno. La anterior entró en vigor cuando la tecnología disponible y las implicaciones económicas hicieron que la recogida de restos y la degradación de satélites fueran una tarea casi imposible. Gracias a las últimas innovaciones en cohetes reutilizables y al auge de los nanosatélites, que son más fáciles de construir, más baratos de lanzar y más asequibles de traer de vuelta a casa, un periodo de cinco años sin funcionar mientras están en órbita es más que razonable, sobre todo porque las empresas y los poderes estatales planean lanzar decenas de miles de nanosatélites en diferentes constelaciones. Estos avances tecnológicos conllevan la garantía de una congestión potencialmente grave del espacio, si no se gestiona.
Además, cualquier industria es tradicionalmente reacia a las nuevas normativas, por lo que una aplicación estricta de la legislación sobre residuos espaciales será buena para el negocio. Las constelaciones de satélites LEO necesitan actualizaciones constantes, y ofrecer a los usuarios la última tecnología en comunicaciones o vigilancia dará una ventaja competitiva a las empresas que estén a la cabeza de sus mercados.
Se esperaba una regulación más estricta de la basura espacial debido a la accesibilidad del espacio, los últimos acontecimientos con colisiones entre satélites LEO y la necesidad de mantener limpio nuestro espacio por la seguridad de todos. Naturalmente, la FCC tuvo que dar el primer paso. La industria espacial mundial mira ahora hacia adelante, a la espera de que otros países den un paso similar para sus empresas, lo que es probable que ocurra. Y, puesto que las redes de nanosatélites necesitarán constantemente actualizaciones del sistema para satisfacer las necesidades del mercado, la previsión es que la competitividad se dispare y que nuevos actores -algunos de ellos totalmente nuevos y otros procedentes de industrias como el software, las telecomunicaciones o el hardware- vayan a enriquecer nuestro ecosistema.
https://www.satellitetoday.com/opinion/2023/03/27/why-the-space-industry-needs-the-fccs-new-anti-debris-regulations/